Incendio de un vertedero, karma colectivo

Existe una íntima relación entre lo que químicamente conformamos los seres humanos, en conjunto con todos los seres animados e inanimados del reino de la naturaleza, el planeta en su totalidad, y los gigantescos mandalas expandiéndose fuera de nuestra atmósfera. Vale decir, los elementos químicos que integran las estrellas corresponden a los mismos que tenemos nosotros en los huesos. Ante tamaña aseveración, expuesta cruzadamente por autores especializados tanto en espiritualidad como en ciencia y tecnología, observamos a simple ojo una seria desarmonía entre las fuerzas cósmicas desencadenadas allá arriba y los movimientos bio - económicos humanos, acá abajo. 

Sigamos, en ciertas esquinas vemos televisores apagados, refrigeradores desenchufados, sillones en todas sus formas, sin personas haciendo uso de ellos. Tampoco los encontramos necesariamente en el escaparate de algún negocio al menudeo, sino más bien literalmente instalados en la calle como un hito más de la escena urbana. Ya en la costumbre de ver como estos artefactos culminan su vida útil y fluyen al camión recolector, seguimos programados mentalmente con la imposición ideológica acerca de los aparatos ya no son como antes, que todo lo ofrecido en tiendas con relucido envoltorio, es y será basura en el corto mediano o largo plazo. Igual situación sucede con el plástico suelto arrojado al barrido del viento; tarde o temprano  abundará en los océanos, intervendrá ciclos y redirigirá los procesos vitales hacia una destrucción que esforzadamente puede ser evitable. 

Necesitamos la misma lucidez que hemos tenido para lograr este estado de progreso y desarrollo, representado en altos edificios por ejemplo, para entender que el aire que actualmente estamos respirando en estos días en la ciudad de Santiago, corresponde en parte a lo que nosotros mismos hemos comprado, usado y derrochado. El humo tóxico derivado del incendio en el vertedero Santa Marta es el producto de nuestro arte de ser santiaguino. Sin embargo suman y siguen los  reclamos y enrostramos a las autoridades su reducida maniobra de abordar la solución del problema  pese a que todos somos en porcentaje, diferenciado por capacidad de consumo, responsables de este gran basurero en llamas, felizmente en retroceso gracias a la altruista labor bomberil en conjunto con otras instancias. Del mismo modo sucede en los meses de invierno cuando somos expuestos a  las emisiones de gas de los escapes de nuestros automóviles, así somos  lo que somos, el producto de nuestro propio modo de ser. Por lo tanto si en nuestras narices se concentran partículas que otrora fueron envases con eslóganes publicitarios impresos en  botellas de bebidas, en envases de shampoo, en cajas de leche, o comida que desaprovechamos y que embolsada botamos podrida; o pañales de nuestros bebés y nuestros abuelos; o neumáticos de nuestros automóviles, o de nuestras 4x4 maravillosas que circulan por las carreteras; o recipientes de vidrio que conservaron los licores con los cuales nos emborrachamos para sentirnos héroes y poderosos copuladores; nosotros mismos somos los responsables de todo aquello, y por ende, de las autoridades, que lo han permitido por años, sabiendo de las consecuencias que implica ocultación de lo inservible mediante sistema de vertedero y no impulsar una política nacional de reciclaje. 

El producto de la obsolescencia programada, la estamos respirando como si estuviéramos sufriendo una leve condena que a largo plazo impactará sobre nuestra salud. La práctica de lo desechable a bajo costo, nos resultará caro cuando el devenir se encargue de entregarnos la factura y no tendremos como saldar tan significativa deuda para con nosotros mismos y por consecuencia, con el servicio hospitalario. Andaremos morosos por la vida gracias a una industria cuya irresponsabilidad social ambiental, la hemos legitimado cada vez que adquirimos sus productos entendiendo que prontamente serán devaluados y tirados al interior de una bolsa. Los fantasmas de todos estos trastos viejos que dejamos a disposición de los servicios de aseo municipales, han regresado para instalarse nuevamente en nuestros organismos haciendo detritos con nuestro sistema inmune. Entonces como químicamente somos parte de las estrellas, socialmente somos parte de la basura. 

La complejidad en el tratamiento de la basura y su reciclaje implica ingenio en revertir lo residuos y hacerlos materia de nuevos usos. Existen numerosas iniciativas a nivel individual, comunitario, municipal  para abordar este desafío. El municipio de La Pintana es líder reciclando su basura, sin embargo hoy, sus habitantes son víctimas del gran humo que se expande sobre la zona sur de la ciudad. Karma en sánscrito, idioma de la India ancestral, significa acción. Esto quiere decir que toda acción involucra una consecuencia, un resultado obtenido, un valor recibido. Nuestro karma hoy como ciudadanos de esta mega urbe es la contaminación por nuestras prácticas individuales e institucionales, todos metidos en el mismo saco, al igual que la basura que botamos sin la aplicación del concepto: "separación de origen", que no es más que evacuar los residuos seleccionados previamente y redirigidos a distintas zonas de reutilización:  Reciclaje en buen chileno. Buen karma entonces  significará además a volver a pensar en una industria de bienes y servicios, creadora de bienes perdurables de tan valioso valor que podrían ser heredados. De esta forma entraremos en un espiral de buenas obras donde, como miembros de la comunidad chilensis, estaremos en paz recibiendo los dones de esta fértil provincia.   

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